EN LA ENCRUCIJADA
Eberhard Heller
Si aún se podía tener la sensación –entiéndase bien: la sensación– de que había todavía algo así como una resistencia frente a las llamadas reformas vaticanas –de una reconstrucción de la Iglesia, de una restitución como institución de salvación hace tiempo que ya no se habla–, desde la toma de posesión del cargo de Ratzinger/Benedicto XVI esta sensación se ha desvanecido rápidamente „como niebla ante el sol“. Casi todos los que antes todavía habían hecho crítica a Juan Pablo II y desvelado los desórdenes, se han puesto de acuerdo no sólo en que él es propietario legítimo de la sede de Pedro, sino que también es un Papa conservador, aunque las mismas personas o agrupaciones habían hecho reproches a su teología que eran similares a los nuestros. Es decir, se ha llegado a una conformidad. Si con Juan Pablo II se podía percibir de cuando en cuando algo así como la lucha por la ortodoxia, esto era debido a que éste ofrecía detonante y escándalos suficientes –por ejemplo besar el Corán, un gesto que para un musulmán significaría el sometimiento al Islam–, con los que se enardeció no sólo la cólera de cristianos conservadores, sino también la incomprensión de periodistas vaticanos reconocidos, como por ejemplo Messori. Estos tiempos de continuos escándalos se han terminado con la égida de Ratzinger... y con ellos también la „sensación“ de oposición. Pues bien, después de que también los econistas agachan sus plumas ante él y se arrogan el privilegio de reconducir a su Papa Benedicto XVI a la ortodoxia, parece que ya antes de Pascua se hará un convenio listo para firmar. Ahí estaría prevista una readmisión de la Vieja Misa, lo cual no debería deparar dificultades a Ratzinger, quien designó las reformas litúrgicas al hilo del Vaticano II como „horror“. (En contrapartida, los econistas tendrían que terminar con sus murmuraciones contra los dictámenes del Vaticano II.) En vista del agachamiento general, apenas se puede hacer a entender hoy a nadie que nos aferramos a nuestra afirmación de que Ratzinger no es un Papa legítimo. Aun cuando se nos escuche con interés el modo como fundamentamos esto con la posición teológica de Ratzinger, el reproche de arrianismo ya no impresiona a nadie. Eso es especulación teológica, que no afecta a al legitimidad de este Papa formado, cultivado, condescendiente, comprensivo y generoso. ¡Cómo habría de afectarla! Pues bien, ahora acaba de publicar su primera encíclica, „Deus caritas est“, en la que expone tan bellas sentencias sobre el amor: „Dios es el amor, y quien está en el amor, está en Dios y Dios en él. (1 Jn 4, 16). En estas palabras de la primera epístola de Juan está pronunciado con una claridad sin parangón el centro de la fe cristiana, la imagen cristiana de Dios y también la imagen del hombre y de su camino.“ O cuando también determina la esencia de la Iglesia desde el amor de Dios al hombre: „25. En este punto, establezcamos dos conocimientos esenciales desde nuestras reflexiones: a) La esencia de la Iglesia se expresa en una triple encomendación: proclamación de la Palabra de Dios (kerygma-martyria), celebración de los sacramentos (liturgia), servicio de amor (diakonia). Son tareas que se condicionan mutuamente y no pueden separarse. El servicio de amor no es para la Iglesia una especie de actividad de beneficencia que también pudiera encomendarse a otros, sino que forma parte de su esencia, es irrenunciable expresión esencial de ella misma. b) La Iglesia es familia de Dios en el mundo. En esta familia no puede haber necesitados. Pero al mismo tiempo, el ágape de la caridad rebasa los límites de la Iglesia: la parábola del samaritano misericordioso sigue siendo criterio, ordena la universalidad del amor que se vuelve al menesteroso, al que uno encuentra „por casualidad“ (cfr. Lc 10, 31), sea quien sea. Pero sin perjuicio de esta universalidad del mandamiento de amor, hay también una encomendación específicamente eclesiástica: que en la Iglesia misma, como en una familia, ningún niño puede padecer necesidad. Este sentido tienen las palabras de la epístola a los Gálatas: „Por eso, mientras tengamos tiempo, queremos hacer el bien a todos los hombres, pero sobre todo a los compañeros de la fe“ (6, 10).“ (www.vatican.va/offices/papal_docs_list_ge.html) ¿Quién quiere hablar de herejía en vista de líneas tales? ¿No está exigiendo aquí Ratzinger incluso algo legítimo, la caridad entre los cristianos y también hacia los no cristianos? ¿Dónde se practica la caridad en los círculos de los tradicionalistas? Pienso sólo en las innumerables calumnias desde el círculo de sus „amigos“ a las que uno está constantemente expuesto. Y si se señala que la idea de Ratzinger de la „polifonía“ de las Iglesias y las confesiones cristianas en una „unidad eclesiástica“ relativizaría el Depositum e infringiría la exigencia de absolutez de la Iglesia, fuera de la cual no hay salvación, es más, que en sus resultados disolvería a la Iglesia, el católico moderno se refugia en la virtud cristiana de la modestia –a la que, después de todo, también el propio Ratzinger se refiere– de afirmar que es una petulancia considerarse el posesor único de la verdad. O se habla de la libertad de la confesión personal, de la libertad de religión. Ratzinger haría incluso bien en propiciar el dialogo entre los cristianos... y por supuesto también con los judíos: piénsese en su mensaje al „cardenal“ Kasper en el cuadragésimo aniversario de la firma y aprobación de „Nostra Aetate“, el 27 de octubre del año pasado, en el que indicaba explícitamente a Kasper que hay que proseguir el „diálogo entre cristianos y judíos“. Y luego viene la autorización general de la Vieja Misa, equivalente a la apertura de un museo que hasta entonces estaba cerrado al público... ¿pero quién conoce todavía esta liturgia, incluso entre los clérigos? Es más, ¿que les queda entonces que exigir a los tradicionalistas? ¡Nada! Pues la lucha eclesiástica o bien se la ha concentrado en la autorización de la Vieja Misa –descuidando la restante destrucción de la Iglesia–, o bien se ha visto y descrito muy bien la devastación dispuesta, pero no se ha trabajado en la reconstrucción de la Iglesia, sino que uno se ha limitado sólo a leer la Vieja Misa, lo que desemboca en lo mismo. (Cuando estuve en México en el año 2000 para explicar nuestra declaración de adhesión a la Declaratio de Su Eminencia Monseñor Ngô-dinh-Thuc, que versaba sobre el programa de la restitución de la Iglesia como institución de salvación, el director de la Unión sacerdotal me indicó que el obispo Pivarunas, por ejemplo, rechazaría estrictamente una elección papal, por lo que la Unión Trento no quería emprender ninguna marcha en solitario en esta dirección. De este modo, en vista del jefe –teológicamente versado– de la Iglesia conciliar, se aprecia lo siguiente: - que los presuntos sedisvacantistas, preferentemente los clérigos más jóvenes, no tienen ningún programa más amplio que el de leer la Vieja Misa. - que no tienen ningún interés en la reconstrucción de la Iglesia. - que carecen por completo –igual que sus contrayentes modernistas– de la voluntad de hacer misionado, motivo por el cual este tipo de clérigos acaba cayendo en el sectarismo... cada uno con su clientela propia, y - que no están teológica ni filosóficamente (!) a la altura del modernismo, sobre todo cuando éste es presentado en una forma también filosóficamente tan competente como hace Ratzinger.
No sólo que se hayan preocupado poco o insuficientemente de una elaboración y refutación teológica de los documentos conciliares y de las reformas introducidas, con sus tendencias protestantes, sino que tampoco tienen ni idea de cómo pudo surgir en general una teología moderna. Uno se ha solazado demasiado en la posesión de las verdades eternas y absolutas, filosóficamente engarzado en el tomismo, una filosofía que, sin embargo, no podía satisfacer al pensamiento sistemático ni a las exigencias gnoseológicas, es decir, a una fundamentación general del saber, tal como Fichte trató de aportarla en sus diferentes versiones de la Doctrina de la ciencia. Además se ha ido transmitiendo la noticia de que sus columnas de hierro, las pruebas tomistas de la existencia de Dios, las conocidas „quinque viae“, habían empezado a vacilar: cualquier estudiante de filosofía de segundo semestre puede desenmascararlas como tautología. Aquí fue necesario hacer una aclaración. Ahora bien, es fácil demostrar que la concepción de Ratzinger de la filiación divina de Cristo tiene cuño arrianista. ¿pero qué quería Ratzinger? Quería explicar el dogma de las dos naturalezas en Jesucristo: el ser Dios y el ser hombre... con las categorías hegelianas de ser, no-ser y devenir. Dios = ser, Cristo-hombre = no-ser, Hijo de Dios = devenir mediante el cumplimiento y la apropiación de la voluntad paterna. ¡Que no es empiece ahora a polemizar contra Hegel! Si se quiere hacer algo, entonces habría que estudiarlo, para afirmarse frente a él. Ambas tendencias, tanto la escolástica medieval como también la teología fundamental moderna, han adaptado un concepto filosófico para la interpretación teológica, pero ninguna de ellas ha desarrollado uno sistemáticamente. Para restarle su superioridad filosófica al Islam, que había penetrado en Europa y sobre todo en España –que estaba ocupada por los moros–, por mandato Papal, San Alberto y más tarde Santo Tomás integraron conceptos aristotélicos en la teología cristiana, lo cual en aquella época se percibió en parte como herejía, por ejemplo San Buenaventura. Los modernistas, a quienes la escolástica no les ofrecía ningún sistema, desde la teología fundamental tampoco desarrollaron genuinamente ninguna filosofía autónoma de la religión para llegar desde ahí a un sistema filosófico elaborado del todo, sino que adoptaron esquemas hegelianos... con el „éxito“ evidenciado. Hoy estamos definitivamente en un punto de inflexión. El modelo de Ratzinger ha puesto al descubierto todas las carencias que tienen los presuntos sedisvacantistas, los ha desenmascarado en la práctica como meros tradicionalistas y sectarios, aun cuando algunos, en sus discursos, hayan ido más allá de un mero conservadurismo. Mis „Consideraciones descorteses“ en el número de diciembre del año pasado, sólo algunos las entendieron como „ensuciamiento de la red“. Muchos las entendieron como lo que pretendían ser: un claro trazado de límites. ¿Ustedes, estimados lectores, no quieren creerlo? ¿Creen ustedes que ha comenzado un verdadero trabajo de construcción que ha llevado a la formación de comunidades cristianas? Puede ser, pero de modo muy aislado. Traten de llevar ustedes a misa a algún conocido que se interese por la antigua liturgia. ¿Adónde quieren ir con él? O bien uno tiene que avergonzarse de presentarle como „iglesia“ sólo el comedor de un restaurante (con el decorado de ruidos de las estancias contiguas), o se lo lleva a menudo a una iglesia donde hay que pedir a las amistades femeninas que previamente se cambien o se vistan, pues ahí no se puede entrar sin un velo en la cabeza. A un observador externo no se le puede tomar a mal si un gesto tal lo designa como mascarada o sectarismo. Y luego los clérigos que realmente se esfuerzan por las tareas pastorales, que hacen el „sistema“ permeable y que renuncian a un rigorismo formal del vestuario, son calumniados como „liberales“. ¿Qué sucederá entonces si Ratzinger vuelve a autorizar la Vieja Misa? Será el final de todos los grupúsculos catolizantes. Pues aquellos creyentes que aún tienen interés en la antigua liturgia, la visitarán ahí donde un sacerdote la celebre públicamente en una iglesia. Sí, pero se podría objetar que esta visita, después de todo, sería inautorizada, porque tendría lugar en el marco de la „Iglesia oficial“. Pero, Sus Eminencias, ¿han enseñado ustedes algo mejor a estos creyentes? ¿Les han hecho claro que un veredicto tal vale también para las misas que celebran los econistas? ¿Han ofrecido una alternativa real, han construido una comunidad con una catequesis completa? Para que no surjan malentendidos: aquí estoy hablando de los clérigos que hasta ahora han celebrado la misa en los diversos centros. Aquí no hablo del ejército de vagantes y „portadores de mitra“ con consagraciones inválidas o dudosas, que no tienen ningún interés en superar la increíble crisis espiritual que, en la mayoría de los casos, ni siquiera han advertido: estas figuras sin formación que disimulan sus andanzas como religiosas y legítimas apelando a la llamada „línea de Thuc“. Y este ejército de vagantes se multiplica día a día. Por todas partes surgen imitadores del embaucador Roux –también conocido como Monseñor Tartufo–, que falsificó sin más papeles de consagración para hacerse pasar por obispo, y que se hizo conceder, por un ficticio „Saint Synode Orthodoxe des Indes“ (¡sic!) el maravilloso título de „Prince Jean (Gérard Charles Laurent) Roux Laurenti Lascaris Vintimiglia Commene Negri Maggi, Grand Prince de Numidie Mauritaine et Cyrénaique, Prince de Melitene, évêque Titulaire syro Orthodoxe d‘Ascolon“ (cfr. http://www.geocities.com/Paris/8919/html/tartuffe/curricul.htm). Para resumirlo: la verdadera resistencia la ofrecen sólo unos pocos clérigos y una serie de laicos que viven en la diáspora, que también tienen la voluntad de reconstrucción, que no inclinan sus espaldas ante el Papa cultural ni le „dispersan incienso“. Es importante que estos sacerdotes y clérigos se pronuncien, para fusionarse en una forma común de supervivencia espiritual. Por eso, caso de que haya suficiente interés, estoy considerando discutir el modo de seguir procediendo en una conferencia planeada para otoño de este año, en este círculo de cristianos conscientes. En este sentido les pido a ustedes, estimados lectores, su toma de postura. Del éxito de este intento de un movimiento para la conservación de la fe cristiana depende el destino de este órgano. ¿Debe y tiene que modificarse luego? ¿Debería aparecer sólo como circular, como hoja de comunicado o como bolsa de noticias con un alcance más reducido? Aun cuando toda una serie de lectores de EINSICHT no esté a nuestro lado sin participar, sino que también utilice esta revista con sus colaboraciones para descifrar las señales verdaderas, es decir, espirituales y religiosas de la época y de la corrupción, EINSICHT se entiende prioritariamente como órgano de la resistencia y de la reconstrucción. También a este respecto aguardo sus propuestas. Tengamos esperanza y recemos para que, pese a todas las flaquezas e insuficiencias personales, Dios nos conceda Su asistencia en esta situación de necesidad.
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