A Word from the Editor
Ergertshausen, 20 Nov. 2002
Dear readers,
First of all I would like to thank you for your words of encouragement
for our work in this journal. I have not yet had the time to
reply to all of your letters, but bear with me, eventually you hear
from me. From time to time, it is good to completely put aside brooding
on the current sitation in the Church. And this, though the prospect
before us seems hopeless, what with the bitterness over several
defections in our ranks... Nevertheless, we must put that right out of
our minds in order to meditate exclusively on God and His Revelation.
For it is only with a solid basis of Faith that one will find the
answer to numerous problems cropping up, as well as
the strength to bear with seemingly inextricable situations. With
St. Anselm of Canterbury, we should ask ourselves: Cur Deus homo? Why
was God made man? The answers are:
- In order to fulfill His absolutely holy will and to reveal His love
for us, so that we in turn would respond to this love and lead our
lives according to this Revelation. As St. John says, "we shall be
children of God because we believe in His Name". (John 1, 12)
- He also came so that we, born with original sin and guilty of
personal sins would be redeemed by His propitatiory Sacrifice and death
on the Cross, provided we are humbly disposed to accept His
Satisfaction and thus be reconciled with Him. He Who was sinless
assumed our sins in order to purify us in His Blood. "... in the Son of
God, in His Blood, we find the Redemption that sets us free from our
sins." (Col.1,14). On the Cross He merited the possiblity for us to
renew our Covenant with Him. And by the institution of the Sacraments
He enabled us to directly participate in His divine Life through grace.
If Christ founded His Kingdom in this world, this Kingdom ist however
not of this world. Before His Ascension He had founded His Church
as an Institution, whose mission was to conserve, communicate and
diffuse salvation, which He had put at our disposal... The government
of this Institution (the Church) was committed to Peter, who was
designated as His Vicar on earth. Christ therefore built His Church on
the rock of Peter, while He permanently remained its invisible
Head. And the powers which St. Peter had received are transferred to
the reigning Pope, "Petrus semper vivens"... It is from him that
religious (and lay people) belonging to the holy Church receive their
mandates to act according to their functions. Without this
original papal mandate, delegated to him, no priest e.g., can say
the Mass and no bishop can ordain priests or consecrate bishops, even
though the power of the Order gave him power to do so.
The mandate extended to the faithful signifies that they only
have permission to receive the sacraments from priests belonging
to the Church or who wish to become part of it as soon as feasible. But
if priests are not in communion with the Church whose government is
confined to (a legitimate) Pope, and if they choose not to modify their
situation, they go the way of sectarianism or schism, and eo ipso they
do not act according to the mandate of the Church any more. That means
that although thanks to the grace of the Order they do possess the
appropriate spiritual powers, they would excercise them illegitimately
and independently without the mandate necessary! And if the
faithful, knowing all this, still approached such priests in order to
receive the sacraments, they would believe they were acting to their
own advantage. In fact, they would be contradicting the mandate of the
Church, and consequently, going against the will of Christ. And if that
were the case, they would be 'stealing' the sacraments as 'outlaws'.
But those who stalk after salvation in such a manner can be assured
that sacraments received like that are inefficacious and devoid of
grace... So where must we look for the Church in present-day
circumstances? How are the bishops and priests to go about
obtaining their mandates to dispense the sacraments which enable us,
through grace, to directly participate in divine Life? Who will extend
their 'Missio' to them for their pastoral work in these times of the
Vacancy of the apostolic See?
At the present time, priests cannot licitly dispense the sacraments;
neither can the faithful licitly receive them except on condition
of anticipating the Restoration of the Church and its restitution as
the Institute of salvation...What counts is that they are resolved to
submit to a legitimate Authority in the future.
Dear readers, in this season of Advent, I urge you to take time out to
meditate on these points so as to rekindle your Faith, and to extricate
yourselves from the swamp of sectarianism lest you are bogged down
in it through your own fault... Let us all humbly draw near to the One
who was born for us at Christmas - the Son of God.
May abundant graces rain down upon you this Christmas! And may God's blessing abide with you the whole of the New Year!
Eberhard Heller
***
Comunicaciones de la redacción
Ergertshausen, a 20 de Novmbre del 2002
Queridos lectores:
En primer lugar quiero agradecerles sus buenos deseos y las palabras de
reconocimiento que nos han hecho llegar por nuestro trabajo. Debo
pedirles paciencia si hasta ahora no he podido responder sus cartas.
De cuando en cuando conviene distanciarse por un momento de la
situación inmediatamente dada, una situación que da poco motivo de
esperanza, un tiempo lleno de enojo y amargura por el fracaso general
en las propias filas, para volver a reflexionar de nuevo sobre el
sentido de la revelación divina. Pues sólo con un firme convencimiento
fundamental en la fe se pueden resolver los muchos problemas y también
soportar la situación de aparente desesperación. Habríamos de
preguntarnos con San Anselmo de Canterbury: Cur Deus homo?, ¿por qué
Dios se ha hecho hombre?
El ha venido:
- para revelarnos Su voluntad absolutamente Santa, para que de este
modo configuremos nuestra vi-da como respuesta a esta revelación y
justamente con este amor responder y plenificar el Suyo. Como dice San
Juan, „creyendo en Su nombre“ debemos „hacernos hijos de Dios“ (Juan 1,
12).
- para con su sacrificio expiatorio y su muerte en la cruz redimirnos a
nosotros, que hemos venido al mundo lastrados con el pecado original y
que nos hemos cargado a nosotros mismos de pecado, si es que estamos
humildemente dispuestos a aceptar su desagravio, es decir, si estamos
dispuestos a reconciliarnos de nuevo con El. El, el limpio de pecado,
cargó con nuestros pecados para lavarnos de ellos con su sangre.
„El nos rescató del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino del
Hijo de su amor. En El tenemos la redención por Su sangre, el perdón de
los pecados“ (Col. 1, 14). En la cruz nos ha hecho merecedores de
sellar de nuevo la alianza con El. Ha establecido los sacramentos para
darnos así la posibilidad de participar con la gracia de modo inmediato
en Su vida.
Así erigió Cristo Su reino aquí en la tierra, pero es un reino que no
es de este mundo. Antes de ascender de nuevo al cielo fundó la Iglesia
como institución para la custodia, la transmisión y la propagación
(missio) del tesoro de salvación que él donó y cuya dirección confirió
a Pedro, a quién nombró su representante aquí en la tierra. Cristo ha
edificado Su Iglesia sobre la roca de Pedro, y El es por siempre su
cabeza invisible. Los plenos poderes que Pedro recibió se transmiten al
Papa co-rrespondiente, que de este modo es el „Petrus semper vivens“.
De este modo, los clérigos (y los lai-cos) que pertenecen a la Iglesia
reciben delegada del Papa respectivo su correspondiente encomendación
para el ejercicio de un ministerio. Sin esta encomendación, sin este
mandato Papal (original), sin delegación, por ejemplo a ningún
sacerdote le es lícito leer la misa, ni a ningún obispo le es lícito
ordenar sacerdotes ni obispos, aun cuando merced a las consagraciones
tuvieran el pleno poder para hacerlo.
Por parte de los creyentes esto significa que sólo les es lícito
recibir los sacramentos de sacerdotes que quieran ingresar en esta
institución eclesiástica. Los sacerdotes que no estén vinculados o que
no quieran estarlo a esta institución eclesiástica, cuya dirección le
fue transmitida al Papa correspondiente, y que se encaminan a un ámbito
sectario o cismático, eo ipso ya no actúan (más) por encomendación de
la Iglesia. En tal caso, aunque merced a la consagración hayan recibido
plenos poderes sacerdotales, ejercerían estos poderes sin
encomendación, es decir, a su propio arbitrio. En tal caso, los
creyentes que reciben los sacramentos de tales sacerdotes y que son
conscientes de su actitud, de igual modo actuarían supuestamente para
sí mismos, pero contra la Iglesia, y por tanto contra la voluntad de
Cristo. Los sacramentos recibidos habrían sido adquiridos de modo
ilegítimo, „robados“ por así decirlo, y aquellos que se apropian de
este modo del tesoro de salvación pueden estar bien seguros de que tal
recepción de los sacramentos está privada de gracia, y por tanto queda
sin efecto de gracia.
Pero bajo las circunstancias de hoy, ¿dónde está la Iglesia? ¿De dónde
reciben los sacerdotes y los obispos la encomendación para la
administración sacramental, a través de la cual nos es otorgada una
participación inmediata en la vida divina, y para las tareas pastorales
en este tiempo de permanente sedisvacancia? Hoy, los clérigos y los
laicos sólo pueden administrar y recibir respectivamente los
sacramentos de modo legítimo si anticipan la reconstrucción de la
Iglesia, su restitución como institución sagrada, y si se comprometen
con energía en los esfuerzos de aquélla para luego someterse a la
autoridad futura. Para el tiempo de adviento que se avecina les deseo,
queridos lectores, el reposo necesario para meditar estos pensamientos,
para que podamos salir otra vez del lodazal sectario y culpable de su
propia situación, y para que caminemos humildemente hacia Aquel que
nació para nosotros en Navidad, el Hijo de Dios.
Les deseo unas fiestas navideñas llenas de gracia y la bendición de Dios para el nuevo año.
Eberhard Heller
***
Communications de la Rédaction
Ergertshausen, le 20 novembre 2002
Chers Lecteurs,
Tout d’abord je voudrais vous remercier pour vos bons vœux et le mot
d’encouragement que vous m’avez exprimé au sujet de notre travail. Je
n’ai pas encore eu le temps de répondre à vos lettres, veuillez
patienter, cela viendra. De temps en temps il est bon de s’arracher à
une situation donnée dans l’immédiat, -à vrai dire une situation qui
n’offre guère de raisons d’espérer car, à cause du lâchage de plusieurs
dans nos propres rangs, et à cause du temps actuel plein de scandales
et d’amertume-, pour se consacrer à la méditation sur le sens de la
Révélation par Dieu. Car, ce n’est que sur la base d’une ferme
conviction de la Foi que l’on trouvera la solution des nombreux
problèmes qui se posent et que l’on sera à même de supporter cette
situation apparemment sans issue. Suite à St Anselme de Canterbury,
nous devrions nous poser la question : Cur Deus homo ? Pourquoi Dieu
s’est-il fait homme ? Il est venu
- afin de nous révéler Sa volonté absolument sainte, l’Amour, pour que
nous menions notre vie comme une réponse à cette Révélation et que nous
y répondions par un amour en retour. « Nous serons enfants de
Dieu », comme dit St. Jean, parce que « nous croyons en son
Nom ».
- afin que nous, qui sommes venus au monde avec le péché originel et
qui sommes coupables de péchés personnels, nous puissions être rachetés
par son Sacrifice propitiatoire , par sa mort en Croix à condition
que nous soyons disposés, en toute humilité, à accepter sa
satisfaction, c’est à dire, si nous sommes prêts à nous réconcilier
avec Lui. Lui qui était sans péché, Il prit sur Lui nos péchés, afin de
nous purifier dans son Sang. « Nous délivrant de la puissance des
ténèbres, pour nous transporter dans le royaume de son Fils bien-aimé,
par le sang duquel nous avons la rédemp-tion, la rémission des péchés.
» (Col. 1,14). Sur la Croix il nous a mérité la possibilité de conclure
à nouveau l’alliance avec Lui. En instituant les sacrements il a rendu
possible une participation directe à sa Vie.
Si le Christ a fondé son royaume dans ce monde, son royaume n’est
cependant pas de ce monde. Avant son Ascension il avait fondé l’Eglise
comme une institution qui a comme mission de conser-ver, de communiquer
et de diffuser (missio) les moyens de salut qu’il a mis à notre
disposition.. Il en confia le gouvernement à Pierre en le
désignant comme son Vicaire sur la terre. Le Christ a donc bâti son
Eglise sur le roc de Pierre, tandis que Lui, il reste, en permanence,
son Chef invisible. Les pouvoirs que St. Pierre avait reçus, sont
transférés au Pape du moment, lequel est ainsi « Petrus semper
vivens ». C’est de lui que les clercs (et les laïcs), appartenant
à la sainte Eglise, reçoivent leur mandat pour exercer leur
fonction. Faute de ce mandat papal originel, et sans une
délégation venant de lui, aucun prêtre ne peut dire la messe, par
exemple, aucun évêque ne peut ordonner des prêtres ou sacrer des
évêques, quand bien même le pouvoir d’ordre les y habiliterait.
Du côté des fidèles cela veut dire qu’il ne leur est permis de recevoir
les sacrements que de prêtres qui appartiennent à l’Eglise ou qui
ont le désir d’en faire partie dès que ce sera possible. Par contre,
des prêtres qui ne se trouvent pas en communion avec l’institution de
l’Eglise dont le gouvernement fut confié au Pape, et si ces
prêtres veulent rester dans cette situation, ils s’engagent dans la
voie du sectarisme ou du schisme et ils n’agissent pas (plus), eo ipso,
par mandat de l’Eglise. Alors que, grâce à l’ordre reçu, ils possèdent
des pouvoirs spirituels, ils les mettraient en œuvre sans mandat, c’est
à dire de leur propre gré. Au cas où des fidèles, connaissant la
position de cette catégorie de prêtres, s’approcheraient d’eux en vue
d’en recevoir les sacrements, ils agiraient (selon leur opinion) à leur
avantage, mais, en fait, ils le feraient contre l’Eglise et, par
conséquent, contre la volonté de Christ. Dans ces cas les sacrements
sont donc reçus de façon illégale ; ils sont pour ainsi dire « dérobés
». Ceux qui cherchent à obtenir le salut de cette manière-là,
peuvent être sûrs, qu’ à cause des sacrements reçus ainsi,
ceux-ci sont inefficaces et privés de la grâce. Où se trouve donc
l’Eglise dans les circonstances présentes ? Où les évêques et les
prêtres obtiendront-ils un mandat pour administrer les sacrements qui
nous permettent d’être directement participants de la vie divine ? Où
obtiendront-ils la mission pour la pastorale en ce temps de vacance du
Siège apostolique ?
Actuellement, les prêtres ne peuvent licitement donner les sacrements,
et les laïcs ne peuvent les recevoir licitement qu’à la condition
qu’ils anticipent en quelque sorte la restauration de l’Eglise et sa
restitution comme institution de salut, en faisant des efforts dans ce
sens, s’ ils sont décidés à se soumettre à l’Autorité dans le futur.
Chers Lecteurs, pendant le temps de l’Avent, je vous souhaite de
disposer d’assez de loisir pour méditer ce genre de réflexions afin que
vous vous tiriez du marécage du sectarisme, où nous nous sommes engagés
de notre faute, et que nous nous approchions humblement de Celui qui
est le Fils de Dieu qui est né pour nous à Noël.
Je vous souhaite de passer une fête de Noël riche en grâces.
Que les bénédictions de Dieu vous accompagnent tout au long de l’Année nouvelle !
E. Heller |