55. Jahrgang Nr. 5 / November 2025
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1. Die Weihnachtsbotschaft: der dreifache Frieden
1. La Triple paz que nos trajo el nacimiento de Jesucristo
2. Gebet für die heilige Kirche
3. Weihnachten
4. Gott ist geboren als ein Kind im Stalle
5. BKP: Die Früchte des Zweiten Vatikanischen Konzils
6. Offener Brief der transalpinen Redemptoristen
7. Seelsorgerliches Wirken von P. Michael Mutter
8. Der Bau einer wunderlichen, verkehrten Kirche
9. The Corbett Report: Antichrist oder Armageddon
10. Fünf alarmierende Realitäten über Leo XIV.
11. Satanismus und Dämonokratie auf dem Vormarsch!
12. Herr und Knecht
13. Die ewige Versuchung:
14. Ukraine: Der Missbrauch der Religion
15. Zorniger Brief von Jeffrey Sachs
16. E-ID als „digitales Sackmesser“
17. Die Geschichte vom armen Madonnen-Schnitzer
18. Ikonen ... von Claudia Schneider
19. Nachrichten, Nachrichten, Nachrichten...
20. Mitteilungen der Redaktion
Nota sobre la Declaración del año 2000
 
Nota sobre la Declaración del año 2000

de Eberhard Heller


La DECLARATIO de Su Excelentísimo monseñor Ngô-dinh-Thuc de 1982 describe una situación, la sedisvacancia, y constata que las tareas que ella plantea estaban solamente esbozadas, pero no descritas minuciosamente. Esto es lo que se hace en la Declaración del año 2000, sobre la que se deliberó en Múnich y en Hermosillo. Esta Declaración de 2000 se basa en la DECLARATIO de 1982, para explicar mejor las tareas que se plantean para restituir la Iglesia como institución de salvación, una de las cuales es también una elección papal, como coronación de la unidad. Sólo tiene sentido declarar la sedisvacancia si también se tiene la intención de que la Silla Apostólica vacía vuelva a ser ocupada. Además de esto, la nueva declaración señala la contradicción que hay entre el deber de reconstruir la Iglesia, por un lado, y la falta de autoridad de la Iglesia que sería necesaria para ello, por otro lado. También se explicaba cómo se puede resolver esta contradicción entre la tarea encomendada y la autorización faltante, ya el deber que tienen los mandatarios de desempeñar sus tareas no les viene su propia iniciativa, sino de autorizaciones delegadas, y en definitiva de la autoridad suprema, que es el papa, porque Cristo construyó su Iglesia sobre la «piedra» de Pedro: Él transfirió a Pedro todos los poderes plenos para dirigir y cumplir las tareas que se le plantean a la Iglesia.

En los debates que ha habido hasta ahora no se ha evidenciado lo más mínimo esta contradicción (que de hecho es aparente) ni menos aún se han mostrado vías para resolverla, más allá de los intentos que venimos haciendo para ello en nuestra revista.

Estimados lectores, les rogamos que analicen la Declaración del año 2000 y nos expongan sus objeciones, sus críticas y sus eventuales propuestas de mejora, pues todos los creyentes católicos deben (poder) secundar esa Declaración.
 
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