Comunicados de la redacción
Ergertshausen, noviembre de 2003
Queridos lectores:
Cuando hace veinte años, a propósito de la resistencia que los afganos
ofrecían a los rusos, clasifiqué el comportamiento de clérigos
concretos en la presunta lucha contra la „revolución desde arriba" bajo
el título de „Llorar es un mal arma" (EINSICHT, julio 1983), no podía
intuir que la actitud que allí se esbozaba, por indiferencia pastoral y
por desinterés eclesiástico habría de evidenciarse una vez como típica
también de los tradicionalistas de nuestro tiempo -de clérigos y de
seglares-. Por aquel entonces, entre otras cosas escribí:
„A aquellos sobre quien recae en realidad un papel dirigente, y que
siempre tienen en los labios el „Señor, Señor", les suplico la gracia
de que transladen a sus corazones, a través de 2000 años de historia de
la Iglesia, el horror de la desolación de los lugares sagrados y los
gemidos del pobre Salvador en la columna de la flagelación."
Estas líneas sonaban amargas. Para mí, tal comportami ento por
parte de clérigos sigue siendo tanto más incomprensible cuanto que,
después de todo, pretenden representar el verdadero cristianismo con su
doctrina auténtica, la Iglesia verdadera. A diferencia de hoy, en
aquella época todavía pude experimentar lo que significan la entrega y
el sacrificio pastorales: qué aspecto ofrece la asunción pastoral de
cargas ajenas (nota bene: de estos sacerdotes sige habiendo también hoy
aún unos pocos que se distancian benéficamente del „servicio de
sacramentos" de los tradicionalistas, que cada vez se hunden más en el
sectarismo).
En esta situación, tenemos que aprender a arreglárnoslas con la
realidad del „aislamiento", es decir, con la situación de un cristiano
en la diáspora. Es decir, tenemos que esforzarnos por llevar
indepen-dientemente una vida religioso-espiritual, para dar un ejemplo
a otros. Los frentes ideológicos entre tanto se han reblandecido. El
fracaso de las reformas vaticanas se hace cada vez más ostensible:
iglesias vacías, apenas hay vocaciones, deriva m
oral. Muchos han perdido del todo el contacto con la religión. Mientras
que por una parte crece constantemente la indiferencia hacia los
problemas religio-sos, por otra parte, en cambio, crece también el
interés en soluciones reales desde la fe. Entre tanto, toda una serie
de creyentes anhela de nuevo la liturgia preconciliar. A estos
deberíamos dirigir nuestra atención. Nuestra ayuda es reclamada incluso
doblemente: pues, entre tanto, la crisis eclesiástico-religiosa ha
alcanzado la degradación social. Basta con un único punto para poner
esto en claro: cuando la „Conferencia episcopal" alemana autorizó en su
momento la „píldora" y se dejó envolver en el mecanismo estatal de
aborto, con ello estaba ya „eclesiásticamente bendecido" el
envejecimiento, es más, la extinción de los alemanes. Las consecuencias
se las puede desglosar a uno cualquier experto en rentas. Entre tanto,
el reformismo también duele materialmente.
Una salvación para ambos dominios -el eclesiástico y el social- sólo
puede intervenir una vez que la Iglesia se haya reconstruido como
institución de salvación. Aunque tenemos los mejores argumentos, al
menos por cuanto respecta a la explicación del desastre
eclesiástico-religioso, sin embargo no tenemos „pastores" que
representen a modo de ofensiva el mensaje de Cristo y que se anexionen
a los que buscan la verdad... y tenemos sólo unos pocos creyentes que
saben que el mandato de hacer misionado también se dirige a ellos.
Hoy estamos todos en el „frente", pero no tenemos por qué perecer
necesariamente en él. ¿Qué hemos de hacer? En su Epístola a los Efesios
San Pablo nos da también una respuesta: „Ahora, hermanos, fortaleceos
en vuestra unión con el Señor y su fuerza poderosa. Protegeos con toda
la armadura que habéis recibido de Dios, para que podáis manteneros
firmes contra los engaños del diablo. Porque no estamos luchando contra
gente de carne y hueso, sino contra malignas fuerzas espirituales del
cielo, que tienen mando, autoridad y dominio sobre este mundo lleno de
autoridad. Por eso, tomad toda la armadura que habéis recibido de Dios,
para que podáis resistir en el día malo y, después de haberos preparado
bien, manteneros firmes. Así que manteneos firmes, revestidos de la
verdad y protegidos por la rectitud. Estad siempre listos para salir a
anunciar el mensaje de la paz. Sobre todo, que vuestra fe sea el escudo
que os libre de las flechas encendidas del maligno; que la salvación
sea el casco que proteja vuestra cabeza, y que la palabra de Dios sea
la espada que os da el Espíritu Santo." (Ef. VI,10-17) Y podría
añadirse: luchad sin temor, pues Dios está con vosotros en su infinita
misericordia y bondad.
En nuestra aparente soledad y abandono no hemos de olvidar que nosotros
podemos sentirnos vinculados con todos aquellos que tienen que
sobrellevar una situación similar, y que siempre estamos bajo la
protección de aquel que se llama nuestro Padre, cuyo Hijo vino al mundo
a traernos la luz y la redención. Pues „a aquellos que lo recibieron,
les dio el poder de hacerse hijos de Dios" (Jn. I, 12).
En este sentido, queridos lectores, les deseo unas fiestas de Navidad llenas de gracia y la bendición de Dios para el nuevo año.
Eberhard Heller
* * *
A Word from the Editor
Ergertshausen, November 2003
Dear readers,
Twenty years ago, when the Afghans were resisting Russian attacks, I
made the observation in an article in the July 1983 EINSICHT, called
“Weinen ist eine schlechte Waffe” (= Whining is a useless weapon). –
that the comportment of some of the clergy in those days in face of the
revolution in the Church originating from its highest ranks, (also
called the “Revolution from above”) could very well be compared to that
of the Afghans whining in face of the Russian attacks. But never did I
imagine that the attitude described in that article would still be
typical of present-day Traditionalists twenty years later! The reason
for this, of course, is the indifferent, apathetic attitude of the
shepherds of souls, and a lack of zeal for the Church- common to clergy
and lay people alike.
Let us summarize the contents of that article:
“I pray that the leaders of the Tradition today be touched by grace.
They only do God lip-service, repeatedly uttering “Lord, Lord! “…
Whilst the Divine Master is whimpering during the flagellation, His
present-day apostles are engaged in frivolous divertissements in His
hour of need. Do they not hear the echo of His whimpering 2000 years of
Church history later?”
These are bitter words. This behaviour of the clergy in general is even
less comprehensible to me since, by definition, they are supposed to be
the intend ants of authentic catholic doctrine and to thus
represent the Holy Church. Back in those days what
impressed me was how seriously priests took their pastoral work, with
the sacrifices this entailed. They were very committed and
conscientious about fulfilling their priestly duties-taking on
obligations beyond what was asked from them. Today the contrast is
pitiful. Yes, there is still a small number of such priests of the old
– garde left, happily enough, and they distinguish themselves by
their devotion. But surveying the scene around us, we remark the
increasing trend in some circles for “sacrament-service”, assumed by
priests who increasingly tend to veer of into minor sects gravitating
around the Tradition... We, as diaspora Catholics, have to learn to
adapt ourselves to such situations when confronted with them. We must
lead our own religious lives in such an exemplary manner that others
can learn from us.
In the meantime the Resistance has lost terrain and the disastrous
effects of the Vatican reforms have become increasingly manifest. One
has only to observe the phenomenon of the empty churches, the crisis of
vocations, the lack of commitment and the decline of morale, to agree
with this. A large number have totally lost contact with religion.
Whilst on one hand indifference to religious problems does not cease to
increase, on the other hand there is a resurgence of interest for
genuine solution to the problems, based on the Faith. There are quite a
number of faithful who, in the meantime, aspire to see the resurgence
of the Liturgy before the Council. We have to focus our attention on
these people. Our help is doubly necessary, because of the crisis of
religion and of the Church is parallel with the crisis in society. One
example alone serves to illustrate this. When the ‘bishops’ conference’
at the time permitted the “pill” and accepted to be involved in the
“abortion industry” of the State, they also gave their blessing for
“natural” deaths of senior German citizens. One has only to ask the
Director of the Pensions to find out what the consequences of this move
would be. In the meantime all these reforms auger no good, even on the
material level.
In the Church and in society, there will be no reversal of the
situation until the Church is reinstated as the Institute of Salvation.
Although it is true that we have the best explanations for the crisis
in the Church and religion, we lack ‘shepherds’ of souls who dare to
publicly proclaim the Gospel of Christ, and who would assume those who
were searching for the truth… In fact, few are the faithful who realise
that the mandate to be missionaries of the Faith also applies to them. …
At present, though we form a Resistance front, it does not necessarily
mean that we must perish on the front. What is to be done? St. Paul, in
his epistle to the Ephesians, supplies us with the answer: “I have no
more to say, brethren, except this: Draw your strength from the Lord,
from that mastery which His power supplies. You must wear all the
weapons in God’s armoury, if you would find strength to resist the
cunning of the devil. It is not against flesh and blood that we enter
the lists; we have to do with principalities and powers, with those who
have mastery of the world in these dark days, with malign influences in
an order higher than ours. Take up all Gods armour, then; so you will
be able to stand your ground when the evil time comes, and be found
still on your feet, when all the task is over. Stand fast, your loins
girt with truth, the breastplate of justice fitted on, and your feet
shod in readiness to publish the Gospel of peace. With all this, take
up the shield of faith, with which you will be able to quench all the
fire-tipped arrows of your wicked enemy; make the helmet of salvation
your own, and the sword of the spirit, God’s word” (Eph. 6, 10-17). And
we could add: “Combat fearlessly, for God will assist you with His
infinite good and mercy.
Bear in mind, too, that if we feel abandoned and somewhat bitter, we
can always join forces with those who are in a similar situation to us.
Moreover, we are always under the protection of our heavenly Father,
Whose Son came into this world in order to bring us light and
salvation. For, “to all those who did welcome Him, He empowered to
become the children of God” (John 1,12).
It is in this sense, dear readers, that I wish you a happy Christmas feast and God’s blessing throughout the New Year.
Eberhard Heller
* * *
Communications de la Rédaction
Ergertshausen, novembre 2003
Chers Lecteurs,
Il y a vingt ans, au moment où les Afgans résistaient aux Russes,
lorsque, comparant cet événement, j’analysai sous le titre »
Weinen ist eine schlechte Waffe = Pleurer est une mauvaise arme »
(EINSICHT, juillet 1983), le comportement de certains clercs dans le
soi-disant combat contre la « révo-lution d’en haut » je ne m’imaginais
pas que l’attitude qui y est décrite, un jour, serait typiquement celle
des traditionalistes actuels- clercs comme laïcs-à cause de
l’indifférence pastorale et du manque de zèle pour l’Eglise.
Résumons ce que j’écrivis alors :
« Je demande la grâce, pour ceux qui exercent un rôle de direction et
qui répètent sans cesse l’invocation « Seigneur, Seigneur », de se
laisser toucher par la désolation du lieu saint et les gémissements de
notre Sauveur à la colonne de la flagellation, à travers 2000 ans
d’histoire de l’Eglise ».
Ces lignes ont un goût amer, je suis d’accord. Ce comportement-là, que
l’on trouve chez les clercs en général, m’est d’autant moins
compréhensible qu’ils prétendent représenter le christianisme véritable
avec la doctrine authentique et de représenter aussi la sainte Eglise.
A l’époque j’ai pu constater, en contradiction avec le jour
d’aujourd’hui, ce qu’est le dévouement pastoral et les sacrifices
qu’il comporte, comment l’acceptation d’obligations sacerdotales, de
charges pastorales relevant en fait des autres, se présente
– remarquons qu’actuellement encore il y a un petit nombre de tels
prêtres qui se démarquent heureusement par rapport à la mentalité
de ceux qui se limitent au « service des sacre-ments » ; en s’y
limitant il y a des traditionalistes qui sombrent de plus en plus dans
le sectarisme.
Nous devons apprendre, face à cette situation, à nous y prendre avec la
réalité « d’individualisation » c’est-à-dire la situation du chrétien
de la diaspora. Force nous est de mener une vie spirituelle et
religieuse personnelle de sorte que d’autres y puissent prendre
exemple. Entre-temps les lignes de combat ont cessé d’être nettes
et l’échec des réformes vaticanes est de plus en plus manifeste. Il
suffit de se rendre compte du phénomène des églises vides, de la rareté
des vocations, du manque d’engagement, du déclin de la morale. Il y en
a beaucoup qui ont totalement perdu leur contact avec la religion.
Alors que d’une part l’indifférence par rapport aux problèmes religieux
ne cesse de croître, il y a d’autre part un regain d’intérêt pour de
véritables solutions puisées dans la foi. Il y a assez bien de fidèles
qui, entre-temps, désirent revoir la liturgie d’avant le concile. Il
faut que nous leur portions notre attention. Notre aide est demandée à
un double titre parce que la crise de la religion et de l’Eglise a
rejoint la crise de la société. Qu’on s’en rende compte à partir d’un
seul fait : lorsque, en Allemagne, la ‘conférence épiscopale’ de
l’époque permit l’usage de la « pilule » et accepta d’être intégrée
dans le mécanisme d’avortement de l’Etat, le nombre de vieillards , et
même « la disparition par mort naturelle » des Allemands avait reçu la
bénédiction de l’Eglise. Il est aisé de s’adresser à un spécialiste du
système des pensions et de demander quelles en sont les conséquences.
Entre-temps le réformisme fait mal, même au plan matériel.
Pour les deux domaines, ecclésiastique et social- il ne pourra y avoir
un rétablissement que si l’Eglise est reconstruite comme institution de
salut. Il est vrai que c’est nous qui avons les meilleurs
arguments pour expliquer la catastrophe religieuse et
ecclésiastique, mais il nous manque des « pasteurs d’âmes » qui osent
proclamer publiquement le message du Christ et qui pourraient
accueillir ceux qui cherchent la vérité….En fait, il n’y a que peu de
fidèles qui savent que le mandat missionnaire est adressé à eux aussi.
Actuellement, si nous nous trouvons tous au « front », nous ne sommes
pas nécessairement destinés à y périr. Que faire ? C’est St. Paul qui,
dans l’épître aux Ephésiens, nous donne la réponse : « Au reste,
frères, fortifiez-vous dans le Seigneur et dans sa vertu
toute-puissante. Revêtez-vous de l’armure de Dieu, afin de pouvoir
résister aux embûches du diable. Car nous n’avons pas à lutter contre
la chair et le sang, mais contre les princes, contre les puissances,
contre les dominateurs de ce monde de ténèbres, contre les esprits
mauvais répandus dans l’air. C’est pourquoi prenez l’armure de
Dieu, afin de pouvoir résister au jour mauvais, et après avoir tout
surmonté, rester debout. Soyez donc fermes, les reins ceints de la
vérité, revêtus de la cuirasse de la justice, et les sandales aux
pieds, prêts à annoncer l’Evangile de paix. Et surtout, prenez le
bouclier de la foi, par lequel vous pourrez éteindre tous les traits
enflammés du Malin. Prenez aussi le casque du salut, et le glaive de
l’Esprit, qui est la parole de Dieu » (Eph. 6, 10-17). Et nous
pourrions ajouter : Luttez sans peur, car Dieu vous assis-tera par son
infinie miséricorde et sa bonté.
N’oublions pas que, si nous nous sentons abandonnés et quelque peu
aigris, qu’il nous est toujours possible de recourir à l’union avec
ceux qui ont à faire face à une situation semblable. De plus, nous
sommes toujours sous la protection de celui qui s’appelle notre Père
dont le Fils est venu en ce monde afin de nous apporter la lumière et
la rédemption. Car « à tous ceux qui l’ont reçu, il leur donna le
pouvoir de devenir enfants de Dieu » (Jn 1, 12).
C’est dans ce sens, chers Lecteurs, que je vous souhaite une sainte
fête de Noël et les bénédictions de Dieu tout au long de l’Année
nouvelle.
Eberhard Heller |