La silla apostólica „ocupada“,
o la esquizofrenia como principio de la teología
–Anotaciones sobre la tesis de de Lauriers
del „Papa materialiter, non formaliter“–
Eberhard Heller
trad. de Alberto Ciria
¡No es lo que ustedes están pensando! No se ha producido una nueva
elección papal. ¡Gracias a Dios!, pensarán muchos. Tenemos ya
demasiados „Santos Padres“: Bawden, Linus II, Gregorio (Palmar), etc.
Por otra parte tampoco es necesario, pues Juan Pablo II sigue ocupando
esta silla. Eso lo dicen no sólo los modernistas y los reformadores, no
sólo los econistas y los miembros de la hermandad de Pedro, no: también
los des-laurieristas, que se han establecido en el norte de Italia y en
Estados Unidos, son de esta opinión... a diferencia de nosotros, los
sedisvacantistas. Reducida a un común denominador, esta idea es el
resultado de una breve confrontación repetida con un grupo en la
resistencia eclesiástica, del que yo supuse que sólo por razones de
piedad hacia su antiguo mentor teológico Des Lauriers se obstinaba en
la tesis divergente del „Papa materialiter, non formaliter“. ¡Pero me
equivoqué con mucho! La virulencia de esta tesis, que constituye el
fundamento para todo un sistema teológico que para sus partidarios es
aún más significativo que el depositum fidei, se mantiene incólume en
el grupo en torno al abad Ricossa. No hace mucho, incluso el obispo
McKenna fundamentó la consagración del abad Stuyver, en Bélgica, el 16
de enero de este año, diciendo que él es partidario de esta idea. Es
decir, recientemente tenemos un „obispo de tesis“ al que en junio se le
agregó un segundo, a saber, el abad Sanborn de los Estados Unidos.
Fundamentar la consagra-ción de obispos en el hecho de que sean
partidarios de un determinado teorema, considerándolo desde la teología
y desde la historia de la Iglesia, podría marcar un proceso bastante
singular.
El 17 de diciembre del 2001 escribí aún al abad Ricossa: „Usted quiere
mandar consagrar al abad Stuyver porque él defiende la tesis de des
Lauriers del „Papa materialiter, non formaliter“, que está en
contradicción con el juicio de constatación que Su Eminencia monseñor
Ngô-dinh-Thuc emitió en su conocida DECLARATIO de 1982, según la cual
la silla romana está vacante. Como usted tal vez sabrá, el autor de
esta tesis, monseñor Guérard des Lauriers, la revisó más o menos
al final de su vida (cfr. la carta correspondiente en las
SAKA-Informationen). A pesar de esta revisión usted y su comunidad
siguen insistiendo sobre ella, sin, por cuanto yo sé, haber
fundamentado teológicamente esta perseverancia.“
En relación con la consagración del abad Stuyver, que se hizo a
instancias del abad Ricossa, un ex-econista –contra las protestas de
muchos sacerdotes de Francia y Bélgica a los que yo me sumé, y contra
el ruego encarecido de muchos miembros de la comunidad, que
expresamente para impedir la consagración habían rezado una novena
(sabiendo que su sacerdote era inadecuado para este ministerio)–, se
evidenció con qué obstinación los miembros de la comunidad Mater boni
consilii, „Madre del buen consejo“, que injustamente tienen este
nombre, en Verrua de Saboya, Italia, se aferran a este cadáver
teológico. En un primer momento parecía que también el abad Ricossa era
partidario de esta tesis sólo por piedad, ya que después de todo en su
día a día religioso había colaborado estrechamente con sacerdotes
sedisvacantistas, como el obispo Dolan, el abad Barbara y el párroco
Schoonbroodt, y que se distanciaría de esta tesis cuando hubiera
encontrado una explicación mejor para interpretar el estado actual de
la Iglesia. ¡Eso fue un error! Desgraciadamente, a quienes se cree
muertos la mayoría de las veces viven más tiempo. Desgraciadamente.
Pese a las muchas objeciones y refutaciones de la tesis del „Papa
materialiter, non formaliter“ –pienso especialmente en los tratados
escritos con acritud de Mira Davidoglou en Francia, en la revista LA
VOIE, pero también a los argumentos publicados en EINSICHT–, los
discípulos de Monseñor Guérard des Lauriers, especialmente el abad
Ricossa, hasta ahora no han querido participar en una confrontación
real. Siguen aceptando que insistiendo en una posición insostenible
todos nuestros esfuerzos para una restitución de la Iglesia se seguirán
paralizando sensiblemente.
Puesto que el abad Ricossa, en quien yo veo al principal responsable de
estas empresas, no ha reac-cionado hasta ahora a mi propuesta de volver
a examinar la dignidad de la tesis del „Papa materialiter, non
formaliter“, para o bien llegar a una posición común o bien separarnos
a causa de diferencias teológicas insuperables, por mi parte veo sólo
la posibilidad de volver a presentar los argumentos contra esta
tesis... con la esperanza de colaborar con ello para un esclarecimiento
definitivo de los espíritus y para una resolución en esta importante
pregunta.
A esta exposición sistemática seguirá una descripción de las
circunstancias bajo las cuales Guérard des Lauriers fue ordenado obispo
en 1981.
¿Qué significa la fórmula „Papa materialiter, non formaliter“, con la
que el obispo Guérard des Lauriers trató de interpretar el estado de fe
y eclesiástico de Juan Pablo II, en el que Guérard des Lauriers ve al
–desde su punto de vista legítimo– poseedor del trono papal en el
conflicto de proteger la fe con arreglo a su encomendación?
Según la concepción de des Lauriers, que él publicó en la revista
CASSICIACUM, monseñor Wojtyla fue elegido Papa legítimamente –por una
pars minior y sanior, por cerca de diez cardenales que aún había
llamado Pío XII–: por eso él es „Papa materialiter“. Pero como en
calidad de Papa sostiene habitualmente la herejía –lo cual en calidad
de maestro superior no puede hacer– no es Papa en un sentido formal:
„Papa non formaliter“, es decir, porque no actúa como un Papa. Pero
sigue siendo „Papa materialiter“, es decir, sigue siendo en cierta
manera un Papa potencial. Si en calidad de pastor y maestro superior
volviera a proclamar doctrinas ortodoxas en cuestiones de fe y de
moral, entonces Juan Pablo II volvería ser Papa „materialiter“ y
también „formaliter“.
En las SAKA-Informationen de enero de 1984 escribe el obispo Guérard
des Lauriers: „Por el mo-mento, la Iglesia en disputa está „ocupada“ y
en un estado de privación (mise en état de privation)“. W. [es decir,
monseñor Wojtyla] fue elegido en orden (doy validez a esto hasta una
contrademostración segura) por un cónclave que constaba de unos diez
cardenales auténticos (que no habían protestado contra la elección),
luego ocupa en posesión la sede Papal. De este modo, es Papa
„materiali-ter“ (según las circunstancias jurídicas externas). Además
de otros infringimientos del deber, W. [monseñor Wojtyla] sostiene
habitualmente la herejía. Es evidente que W. inflige un daño al „bien
común“, que en la Iglesia en disputa en realidad tendría que ser
fomentado desde esta posición. Por tanto, en base al derecho natural,
metafísica y jurídicamente, W. es incapaz de ejercer la autoridad.
Merced al derecho natural, que en último término viene directamente de
Dios mismo, W. no tiene la autoridad fáctica. No es ni puede ser Papa
„formaliter“ (en el auténtico sentido interior). No se le puede
obedecer, pues sus pseudo-decretos son nulos.“ Anoto sólo que su tesis,
enlazando con el presupuesto de la elección ordinal de Wojtyla, el
obispo Guérard des Lauriers en realidad sólo podría haberla presentado
como hipótesis.
A este pronunciamiento le sigue también la autopresentación del
Instituto Mater boni consilii, al que también pertenece Ricossa:
„Cualquiera puede constatar cómo la Iglesia es visitada por tormentas,
tal como fueron profetizadas por el Señor, que vienen a ser las peores
en sus casi dos mil años de historia. En el Instituto se es de la
opinión de que el origen de todo ello hay que buscarlo en el Vaticano
Segundo. Allí se gestó la nueva doctrina de la colegialidad de los
obispos, de la libertad de religión, del ecumenismo y de la pertenencia
de los no católicos al cuerpo místico de Jesucristo, la nueva doctrina
sobre las religiones no cristianas y en particular sobre el judaísmo,
la relación entre la Iglesia y el mundo de hoy, que sin embargo está en
contradicción con el ministerio doctrinal de la Iglesia, con tantos
Papas y concilios ecuménicos. La reforma de la liturgia, en particular
de la Santa Misa y del derecho eclesiástico, es perjudicial para las
almas, propicia la doctrina errónea del protestantismo y permite lo que
en base al derecho divino está prohibido (como por ejemplo acciones
propias del servicio divino en comunidad con herejes). Pero esto no
puede proceder de la Iglesia católica, que después de todo es conducida
por el Espíritu Santo y por el sucesor legítimo e infalible de San
Pedro. En medio de esta crisis sin parangón que arrastra necesariamente
a todos aquellos que han aprobado los documentos del Concilio y las
reformas resultantes de ellos, el Instituto no puede aceptar las nuevas
doctrinas que atentan contra la fe y la moral, pero tampoco puede
sublevar a los fieles llamándolos a la desobediencia frente a la
autoridad legítima de la Iglesia. Por eso el Instituto sostiene la
llamada tesis de Cassiciacum (esta designación procede de la revista
teológica donde esta tesis se expuso por vez primera). Esta tesis la
expuso el padre Guérard des Lauriers, beato, miembro de la Academia
Papal de Santo Tomás, antiguo profesor de la Universidad Papal
Lateranense y en le Saulchoir (Francia). Según esta tesis, Pablo VI y
sus sucesores no ostentan la autoridad papal, aun-que hayan sido
elegidos legítimamente. Según las categorías de la escolástica y según
el cardenal Cayetano, el gran comentador de Santo Tomás del siglo XVI,
y del erudito Roberto Bellarmino, que vuelve a retomar esta diferencia,
son „Papas“ sólo materialiter, pero no formaliter. Puesto que ellos no
desarrollan el bien de la Iglesia y propagan errores y doctrinas
erróneas en la doctrina, no reciben de Cristo ninguna fuerza para
dirigir a los fieles, para adoctrinarlos y santificarlos, mientras no
se retracten de estos errores.“ (Esto puede consultarse en el Istituto
Mater Boni Consilii, Località Carbignano 36, I - 10020 Verrua Savoia,
tel.: 0161/839335, Fax.: 0161/839334, e-mail: sodalitium@plion.it, a
través de la página web: www.plion.it/sodali.)
Pese a la afirmación antes aducida de que monseñor Wojtyla „propagaría
errores y doctrinas erróneas en la doctrina“, el abad Ricossa, que es
la cabeza teológica del instituto, rechaza el reproche de que Juan
Pablo II sea un hereje „formal“, lo que dicho sin ambages quiere decir
que Ricossa opina que monseñor Wojtyla no tiene claro lo que dice...
¡en calidad de presunto maestro supremo! Esta postura es tanto más
incomprensible por cuanto que Ricossa, al salir de Econe, había
fundamentado este paso con una declaración en la que –junto con los
otros tres padres (Munari, Nitoglia y Murro)– condenaba los errores de
Econe en cuanto a la autoridad del Papa y del ministerio doctrinal. (1)
Puesto que Wojtyla ha seguido siendo „Papa materialiter“ –pese a su
palmaria herejía, y yo añado: pese a su apostasía–, no puede decirse
que la silla apostólica esté desocupada (de manera consecuente, el
instituto Mater boni consilii ponía el escudo de Juan Pablo II en su
anterior página web): simplemente no es „activa“ en cuanto al
cumplimiento de sus tareas que de él se espera. Por eso Ricossa y sus
partidarios –para repetir esta sentencia– „no pueden sublevar a los
fieles llamándolos a la desobediencia frente a la autoridad legítima de
la Iglesia“ (refiriéndose a monseñor Wojtyla).
La tesis del „Papa materialiter, non formaliter“ puede reducirse a la
fórmula simplificada: Juan Pablo II fue elegido Papa legítimamente. Lo
sigue siendo aun cuando „sostenga habitualmente la herejía“. Sólo que
no hay que obedecer a estos decretos heréticos. Si Juan Pablo II
sostuviera de nuevo la doctrina de la Iglesia, volvería a ser Papa en
toda la extensión. Sólo hay que esperar a su conversión.
A esta posición se le pueden hacer diversas preguntas:
1) ¿Corresponde a la argumentación que la Iglesia ha desarrollado hasta ahora?
2) ¿Realmente Juan Pablo II fue elegido legítimamente?
3) ¿Puede un hereje ser o seguir siendo Papa?
4) ¿Qué consecuencias de desprenden de ello para la pretendida reconstrucción de la Iglesia?
En un primer momento, la tesis del „Papa materialiter, non formaliter“,
suena bastante plausible: un Papa, como maestro supremo de la Iglesia,
no puede ser al mismo tiempo el proclamador de herejías. Y si pese a
todo lo hace, entonces no hay que obedecerle... hasta que haya vuelto a
la ortodoxia. Pero sigue siendo Papa potencial. En el curso de los años
he experimentado que la mayoría de los creyentes tiene bastantes
dificultades con el problema de un „Papa haereticus“. A los ojos de
muchos, el Papa (o „Papa“) es un „bastión inexpugnable“, y apenas se
tiene éxito si se trata de des-mantelarlo. Con esto no me refiero
únicamente a la amplia opinión pública, a cuya opinión también se han
sumado los católicos modernistas –obsérvese sólo la adoración acrítica,
en parte entusiástica de monseñor Wojtyla, a quien festeja incluso la
prensa liberal–, sino también a muchos clérigos y laicos
tradicionalistas. ¿Acaso el propio Cristo no había prometido a Pedro:
„Tú eres Pedro, la roca, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia“ (Mat.
16, 18)? Además, en el Concilio Vaticano I se proclamó además la
infalibilidad del Papa como dogma vinculante:
„Cuando el obispo romano habla ex cathedra, es decir, cuando,
ejerciendo su ministerio como pastor y maestro de todos los cristianos,
desde el supremo poder apostólico de su ministerio decide
definitivamente que una doctrina sobre la fe o la moral ha de ser
asumida por toda la Iglesia, en base a la asistencia divina que le es
prometida en la persona de San Pedro posee aquella infalibilidad de la
que el redentor divino quiso saber provista a su Iglesia en las
decisiones definitivas en las doctrinas de fe y de moral. Por
consiguiente, estas decisiones definitivas del obispo romano son
inmodificables por sí mismas, y no en base a la aprobación de la
Iglesia.“ (Denz 1839)
Simplemente no podía estar permitido aquello que no debía ser, a saber,
que un Papa pueda ser hereje. Por eso, cuando antes se hablaba de
herejía y de cisma a propósito de la persona de Pablo VI –pienso en los
sutiles tratados del abad de Nantes, entre otros en su Liber
accusationis o en su revista CRC–, se manifestaba de modo legalista,
incluso místico, que el Papa sigue siendo Papa aun como posible hereje
o como hereje real. En último término existía el truco teológico con el
hereje, pero que no era „formal“. A menudo se buscaban razones para
probar que Montini en realidad nunca había llegado a ser Papa. El Dr.
Gliwitzky designó esta postura con bastante acierto de este modo: „La
renuncia largamente practicada a traer la fe a la intelección es una de
las raíces más profundas de la llamada crisis en la que estamos. Por
tanto, todo nuestro esfuerzo tiene que orientarse a, observando los
signos, fomentar el saber de cuándo únicamente se está opinando y
deseando, cuándo se está esperando, cuándo se está creyendo y cuándo se
está sabiendo en la verdad.“(Dr. Hans Gliwitzky, en EINSICHT, año I,
Nr. 12, p. 37, artículo „Garabandal“)
En esta medida el padre Guérard des Lauriers había resumido esta
postura –psicológicamente tal vez comprensible– en su tesis como en una
fórmula. ¿Pero corresponde a la doctrina de la Iglesia, o refleja la
concepción de la Iglesia? Ya San Paschasius advierte en el siglo IX:
„Quien busca algo fuera de la Iglesia sólo encuentra falsedad, y quien
no acepta lo que dijo Cristo se pone a sí mismo fuera de la verdad.“
(2) Naturalmente eso también vale para el Papa. „De este modo, un Papa
puede separarse de la cabeza, es decir, de Cristo, mediante la
desobediencia en cosas del culto, cuyo deber es protegerlas. A un Papa
así, que quiere destruir la Iglesia, se le tienen que oponer todos los
cristianos.“ (3) „Un Papa que sostiene doctrinas erróneas“, advierte
Suárez, „ya no es Papa, y si se equivoca, entonces no se equivoca como
Papa, así como la Iglesia no se equivoca (en esto): ella puede elegir a
otro.“ (4) En „Romani Pontificis in definiendo infallibilitas“ se dice:
„Sólo con que un Papa se haga culpable de herejía está ya fuera de la
Iglesia, y Dios mismo le ha relegado de su ministerio.“ (5) „Por tanto
un hereje manifiesto no puede ser Papa“: así dice también el juicio del
maestro de la Iglesia San Roberto Bellarmino. (6) Por eso el modo como
Ricossa se refiere a San Bellarmino en su fundamentación de la tesis de
des Lauriers es totalmente incomprensible, toda vez que éste no sólo no
conoce la distinción entre un Papa formaliter y uno materialiter, sino
que incluso excluye expresamente la posibilidad de que pueda haber un
Papa como Papa hereje (en De romano Pontifice).
Si se compara la tesis de des Lauriers con estas posiciones, puede
constatarse fácilmente que no se produce una división entre un Papa
„actual“ y uno „potencial“. La herejía tiene para él ka consecuen-cia
inmediata de la pérdida del ministerio. Como demuestra la teóloga Myra
Davidoglou, la tesis del „Papa materialiter, non formaliter“ es nueva:
„Tous les papes que l‘Eglise catholique a connus depuis sa fondation
sont papes formels; l‘idée d‘un pape potentiel ayant droit a titres de
Pontife romain et au Siège apostolique est une nouveauté, en déuire de
l‘Ecriture sainte ou de la Tradition apostolíque, les deux seules
sources de la Révélation divine, ni même de l‘historie de l‘Eglise, la
possibilité de l‘existence d‘un tel pape. Sous ce rapport, nous avons
donc affaire â une doctrine purement humaine dont nous bornerons.“ (LA
VOIE, 1991, Nr. 21, p. 2: „Analyse logique et theologique de la thése
dite de Cassiciacum“). „Todos los Papas que la Iglesia católica
ha conocido desde su fundación han sido Papas formales. El pensamiento
de un Papa potencial con derecho a la silla apostólica es una novedad
en el sentido de que eso no puede concluirse a partir de las Sagradas
Escrituras ni de la tradición apostólica, las dos únicas fuentes de la
revelación divina, ni tampoco a partir de la historia de la Iglesia.
Desde este punto de vista, aquí nos hallamos ante una doctrina
puramente humana [es decir, puramente personal].“ (Traducción del
párroco Schoonbroodt) Myra Davidoglou continúa: „Dira-t-on que celui a
perdu la papauté n‘en est pas pour autant déchu? [...] Et pourtant,
c‘est sur „l‘appa-raitre“, come il dit, que l‘auteur va s‘appuyer pour
tenter d‘établir l‘occupation non de fait (laquelle est évidente), mais
de droit du Siège de Pierre par des hommes come Montini ou fait hors de
l‘Eglise, parce qu‘excommniés et anathémisés par le Concile du Vatican
(1870).“ (LA VOIE, 1991, Nr. 21, p. 3) („Si ha perdido el papado, ¿no
se ha salido de él? [...] Y sin embargo el autor [des Lauriers] se
apoya para demostrar no la auténtica posesión de la silla papal (lo
cual es evidente), sino el derecho a ocupar la silla de Pedro –en el
caso de Montini y de Wojtyla–, mientras que él mismo indica que son
herejes, es decir, que en realidad están fuera de la Iglesia no sólo de
iure, sino también de facto, porque están excomulgados y anatemizados
por el Concilio Vaticano Primero –1870–.“ (Traducción del párroco
Schoonbroodt)
Aunque des Lauriers no niega la posibilidad de la sedisvacancia, en su
opinión ésta sólo se produciría si la elección como Papa de Montini o
de Wojtyla hubiera sido inválida, lo cual tendría primero que ser
demostrado.
El antiguo profesor de la Gregoriana, des Lauriers, y sus adeptos, no
entienden que la acusación de herejía no se dirige al Papa en tanto que
Papa, es decir, que con ello se está juzgando quasi por encima del
Papa, lo que no está permitido según la máxima de que „el Papa no puede
ser juzgado por nadie“ (porque en tanto que Papa es él mismo el juez
supremo (7), sino que se trata de un juicio de constatación en el que
se declara que a de causa una determinada herejía la persona respectiva
ha dejado de ser Papa.
Abordamos ahora la cuestión de si Wojtyla fue elegido Papa válidamente.
Supongamos –para adoptar la posición de monseñor Guérard des Lauriers–
que monseñor Wojtyla hubiera sido elegido por una „pars minor et
sanior“: entonces la elección habría podido ser válida si el elegido
hubiera sido un obispo ortodoxo. Pero la ortodoxia de Wojtyla antes de
la elección puede discutirse con razón. Me ahorro enumerar las herejías
conocidas de todos que él sostuvo ya antes de ocupar su ministerio.
Sólo indico que él fue uno de los que fomentaron especialmente las
reformas (a diferencia del cardenal Wischinky, que aunque tampoco opuso
resistencia, al fin y al cabo tuvo el mérito de haber reforzado con su
intervención a los polacos en su actitud anticomunista). Tras la bula
de Pablo IV „Cum ex apostolatus officio“ del 15 de febrero de 1559, los
prelados y los obispos que antes de ser promovidos se han desviado de
la fe católica pierden automáticamente su autoridad y todo ministerio.
No tienen potestad para desempeñar un ministerio. Después de que Pablo
IV confirma primeramente todas las sanciones que fueron aplicadas a
heréticos y cismáticos (8) , habla decididamente sobre la inhabilidad
de los herejes para el ministerio:
„Añadimos que si en algún momento hubiera de mostrarse que un obispo,
aun cuando actúe en lugar de un arzobispo o un patriarca, o un cardenal
de la Iglesia Católica, a la que nos hemos referido antes, también
–adviértase– un legado o incluso un pontífice romano antes de ser
nombrado cardenal o antes de su elección como pontífice romano, se ha
desviado de la fe católica, ha caído en una herejía o en cisma, o los
ha provocado y causado, entonces su nombramiento o elección, aun cuando
esto haya sucedido con la conformidad y la aprobación unánime de todos
los cardenales, son nulos, inoperantes y sin valor. Ni con el
recibimiento de la consagración episcopal ni la consiguiente adopción
de la dirección y la administración, ni siquiera con la „entronización
del Romano Pontífice“ ni con la veneración ni la obediencia que todos
le deben, por mucho que hayan durado, pueden des-ignarse válidos ni
recibir la validez, ni considerarse válidos en ningún aspecto parcial.
Hay que pensar que a todos aquellos que de tal modo fueron promovidos a
obispos, arzobispos, patriarcas o primados, se les ha adjudicado o se
les adjudicará una capacidad de administración nula en asuntos
espirituales y temporales. Todo aquello que de cualquier manera ellos
hayan expresado, creado, realizado o administrado, y todo lo que se
siga de ahí, carece de validez y no puede conferir ninguna seguridad ni
tampoco un derecho a nadie. Así pues, los promovidos y elegidos de este
modo pierden eo ipso y sin ninguna declaración toda dignidad, posición,
honor, título, toda autoridad, todo ministerio y todo poder, aun cuando
todos y cada uno de los así promovidos o elegidos anteriormente no se
hubieran desviado de la fe y no hubieran sido herejes ni hubieran caído
en un cisma no lo hubieran creado u ocasionado.“ (Bula „Cum ex
apostolatus officio“, § 6)
Por eso, según esta bula no puede admitirse el supuesto de que hubiera
habido una „pars minor et sanior“, es decir, legítimos electores del
Papa, puesto que ellos habrían perdido igualmente su cargo a causa de
la herejía. (En cuanto a la herejía de los obispos y cardenales
italianos, monseñor Guérard des Lauriers mantenía una posición más bien
peculiar, que se basaba en su experiencia con estas personas: en cierta
ocasión nos dijo al Dr. Hiller y a mí que los prelados italianos, que
por lo general cuando eran seminaristas fueron alumnos suyos, eran tan
tontos que ni siquiera eran capaces de sostener herejías, porque no
sabían lo que es esto.) Aquí no encuentra aplicación el decreto del CIC
según el cual infringimientos jurídicos que son sancionados con
censuras no limitan el derecho de elección de los cardenales, porque no
se trata de delitos de derecho, sino de delitos de fe.
Se argumenta aún que Juan Pablo II es un hereje material pero no
formal, lo cual significa que sostiene una herejía pero no sabe que lo
es. Hay que tener claro lo que esto significa: el maestro supremo y el
velador de la doctrina no sabe lo que ha de enseñar ni lo que debe
custodiar. Estas son las puertas traseras teológicas que la gente como
Ricossa se dejan abiertas para no tener que extraer las consecuencias
decisivas. Tal concepción está excluida según el Canon 16 § 2a del CIC,
según el cual el posesor de un cargo, especialmente si se trata del
posesor del ministerio doctrinal de la Iglesia, no puede hacer valer
que no conoce su fe. Puesto que Wojtyla fue ordenado obispo aún bajo
Pío XII, previamente tuvo que acreditarse su ortodoxia en un proceso de
información y de definición (cfr. CIC, Can. 330 y 331).
La pregunta de si un hereje puede ser Papa, los maestros de la Iglesia
y los teólogos que se han ocupado de este problema la han respondido
inequívocamente con una negación, como se ha dicho antes (Bellarmino,
Cayetano, Suárez). El Dr. Katzer, que en el ámbito de habla alemana
ocupaba como teólogo una posición similar a la del padre Sáenz y
Arriaga en Méjico, se ha ocupado con más precisión de este tema en el
artículo „Silla apostólica desocupada“ (EINSICHT VIII/5 de diciembre de
1978, p. 168 ss., reeditado en EINSICHT XXXII/1, p. 13 s.). Según él,
„la silla apostólica [...] puede estar desocupada:
a) por muerte física del Papa,
b) por muerte moral del Papa.
El Papa está moralmente muerto cuando ha pecado manifiestamente contra
la doctrina de la fe o de la moral. Pero no por ello la silla
apostólica queda huérfana, como enfatiza el Papa Pío VI en su conocida
constitución apostólica „Auctorem fidei“, tan importante para nuestros
tiempos, refiriéndose a san Pedro Crisólogo (9): „Pedro, viviendo en su
trono y ocupando la presidencia, ofrece a quienes la demandan la verdad
de la fe.“ Esto sucede merced a los juicios infalibles e inderogables
de la silla apostólica.“
El decreto de Bellarmino según el cual „Papa haereticus depositus est“,
„un Papa hereje está depues-to“ –un juicio de constatación–, es
completado con la fórmula de Cayetano „deponendus est“, „hay que
deponerlo“, en el sentido de que este juicio de constatación hay que
darlo a conocer, es decir, que la persona respectiva tiene que ser
declarada por la Iglesia como depuesto, porque la Iglesia es una
comunidad visible y jurídica, que tiene que estar informada sobre el
estado de su cabeza superior. Exactamente esto hizo Su Eminencia
monseñor Ngô-dinh-Thuc con su DECLARATIO del 25 de febrero de 1982. No
en el sentido de que en la DECLARATIO se constate por vez primera la
sedisvacancia y se muestren las consecuencias necesarias, pero es el
único documento de un antiguo portador del cargo, de alto rango y muy
estimado, que ha acertado con esta constatación y la ha proclamado
públicamente. Aun cuando no fuera redactada desde el cargo sino „sólo“
„ex caritate“, es decir, por preocupación por el bien de la Iglesia,
sin embargo monseñor Ngô-dinh-Thuc, en calidad de obispo de la Iglesia
católico-romana, expresó esta constatación de modo jurídicamente
vinculante para los creyentes. La DECLARATIO es el documento con el que
podemos asegurar también en sentido jurídico nuestra resistencia y las
demás actividades –más allá de la justificación desde la visión
personal de que la jerarquía ha apostasiado–.(10)
La tesis de des Lauriers de que un Papa caído en herejía (un autor
americano ha hecho una lista de 101 herejías sólo de Juan Pablo II)
–adviértase que un Papa elegido legítimamente– es un „Papa
materialiter“, es decir, un Papa que todavía puede serlo
potencialmente, queda con ello inequívocamente refutada. El ministerio
papal se ha acabado exactamente cuando el posesor de este ministerio
cae en herejía. Como se ha mostrado, el truco de que no es consciente
de su herejía, es decir, de que no es un hereje formal, no se puede
aplicar. ¿Por qué? Porque no puede ser que aquel que en calidad de
sucesor del representante de Cristo aquí en la tierra fue instaurado
como maestro y velador supre-mo de la integridad de la fe proclame
simultáneamente la verdad y el error. La identidad de la persona de un
Papa no se puede dividir esquizofrénicamente en una „material“ y por
otro lado una „formal“, pues en cuanto tal no estaría en condiciones de
preservar su identidad como persona. Tal división esquizofrénica de la
persona sería, en cuanto a su contenido, no sólo contradictoria, sino
también un contrasentido.
Alguien que, como el Papa, reivindica infalibilidad en asuntos de fe y
de moral, que en los ámbitos mencionados encarna la verdad qua
ministerio, no puede ser al mismo tiempo el representante del error y
de la falsedad. Referido a la persona respectiva, eso significaría no
sólo que hace valer la contradicción, sino que introduce la
esquizofrenia como principio en la teología. En el momento en que Juan
Pablo II muestra que también está propagando el error –como ha
acentuado monseñor Guérard des Lauriers, que sostiene por costumbre la
herejía–, deja de ser el representante de la verdad infalible.
La tesis „Juan Pablo II es Papa cuando proclama algo ortodoxo y no lo
es cuando dice algo herético“, significa a su vez que cada creyente
tendría que juzgar cada vez sobre la ortodoxia o sobre la herejía del
papa. Con ello, la autoridad doctrinal de Roma quedaría transferida a
cada creyente, pues ya no sería cierto que „Roma locuta, causa finita“
(„Roma ha hablado, el asunto está terminado“), sino: cuando Roma ha
hablado, sólo entonces se desata el debate entre los creyentes.
¿Qué aspecto tendría bajo este presupuesto –la tesis del „Papa
materialiter, non formaliter“– una restitución o una reconstrucción de
la Iglesia? (11) Puesto que el „Papa materialiter“ sigue siendo Papa
–pese a la propaganda del error e incluso de la apostasía–, sólo se
trata de que vuelva a ser Papa „formaliter“, es decir, que es al mismo
tiempo „Papa materialiter“ y „formaliter“ cuando sostenga (de nuevo)
posiciones ortodoxas. Los partidarios como el abad Ricossa esperan por
tanto que Juan Pablo II se vuelva a convertir. Con ello, en cuanto a la
restitución de la autoridad, la crisis se habría superado... al menos
por cuanto concierne a la persona de Juan Pablo II. La cuestión de los
otros obispos heréticos o apóstatas (entre tanto „obispos“), que
tendrían que ser tratados de modo análogo: „episcopus materialiter, non
formaliter“, quedaría aún irresuelta. (Pero tal vez el regreso del
„Papa materialiter“ a la ortodoxia implique también la de los „Episcopi
materialiter“.) Sobre la segu-ridad jurídica y sobre la recuperación de
la jurisdicción de estos reconfesos no habla ni des Lauriers ni
Ricossa. ¿Pero qué sucede si Juan Pablo II mezcla fuertemente en sus
decretos la ortodoxia y la herejía –¡Wojtyla es un maestro de la
dialéctica!–? ¿Es entonces Papa „materialiter“ y al mismo tiempo
„formaliter/non formaliter“? Este juego absurdo puede llevarse todo lo
lejos que se quiera.
Esta espera de la conversión de monseñor Wojtyla la he comparado
siempre con la „espera a Godot“ que Samuel Becket describe en la obra
de teatro homónima. Allí se espera a Godot, del cual se sabe que nunca
llegará... es decir, una espera completamente absurda. Con estos
absurdos se pueden montar obras de teatro (para representar el
absurdo), pero no llevar a cabo la reconstrucción de la Iglesia. ¿No se
enteró Guérard des Lauriers de que la apostasía es uno de los pecados
que son irreversibles, es decir, el rechazo de la verdad, de la verdad
viva, por ella misma? ¿Lo han olvidado sus discípulos, entre los que
también se encuentra el abad Sanborn en Estados Unidos?
Mientras tanto los fieles han de seguir llevando su vida
religioso-eclesiástica: criticar lo que es criticable, apelar a los
„obispos“ y al „Santo Padre“, no „obedecer“ cuando los decretos
contradicen a la fe. Pero si entonces, por „exceso de celo“ o por
„impaciencia“ se mandan consagrar sacerdotes y obispos, eso son
naturalmente señales cismáticas... ¿acaso porque se desconfía de la
providencia divina?
Para aclarar con un ejemplo sacado del ámbito militar las consecuencias
que resultan de esta posición, que para Ricossa y su comunidad Mater
boni consilii parece ser más importante que el resto de la fe católica:
un general comete alta traición y entrega su patria al enemigo junto
con la armada que él manda. En lugar de hacer que a este general lo
condene un tribunal de guerra y de nombrar un nuevo general, los
des-laurieristas recomiendan esperar hasta que a este alto traidor se
le ocurra volver a cambiar los frentes, para que puedan volver a
„servirlo en fidelidad“. Mientras tanto, „llenos de esperanza en el
cambio de opinión de su general“ (dicho en términos teológicos: llenos
de esperanza en Dios), los soldados permiten que el enemigo gobierne
irrestrictamente.
Para terminar, algunas indicaciones sobre nuestra situación actual. Si
se observa el comportamiento de los creyentes, pero especialmente el de
los sacerdotes y obispos que pretenden trabajar para la custodia de la
fe y la reconstrucción de la Iglesia, entonces desgraciadamente hay que
constatar por todas partes sectarismo y resignación. En el tiempo que
siguió a la proclamación de la DECLARATIO –al margen de los esfuerzos
que el entre tanto fallecido obispo Carmona emprendió a principios de
los años noventa para la reunificación de los creyentes, y que el
obispo Dávila quiere continuar ahora–, no se ha hecho nada para
restituir la Iglesia como institución de salvación. En su visita del
año pasado el obispo Dávila ha expuesto la situación de un modo más
elegante: „Durante los últimos veinte años, nosotros los sacerdotes
sólo nos hemos ocupado de problemas pastorales.“
Pero el trabajo pastoral sólo puede ser fructífero si se encuadra en
las estructuras eclesiásticas, pues la administración sacramental
ejercida hasta ahora sólo es legítima si se hace con la intención de
que suceda como acto de la Iglesia. Sólo a ella, a la Iglesia, le ha
conferido Cristo la administración de los sacramentos. Todo lo demás
sería puro sectarismo. Por eso, el fin principal de todos nuestros
esfuerzos ha de ser llevar adelante esta restitución. Pues Cristo fundó
la Iglesia como institución de salvación –y no sólo como mera comunidad
de fe– para garantizar con seguridad la transmisión infalseada de su
doctrina y de los medios de la gracia. Por tanto, la reconstrucción de
la Iglesia como institución de salvación es exigida por la voluntad de
su divino fundador. Pero de aquí resulta un dilema. Por un lado falta
por ahora la jurisdicción eclesiástica necesaria para el cumplimiento
de estas tareas, puesto que la jerarquía ha apostasiado, mientras que
por otro lado la reconstrucción es el presupuesto necesario para el
restablecimiento de esta autoridad eclesiástica. Hay que encontrar una
solución teológica clara para este problema.
La mera insistencia en la situación de urgencia que se da a nivel
mundial no justifica la actuación iniciada de modo sólo personal ni el
activismo de ciertos clérigos, y define teológicamente la situa-ción
sólo de modo incompleto, pero tal actitud encierra en sí el peligro del
sectarismo, toda vez que cada uno puede obtener de ello para sí mismo
las consecuencias que quiera. A nadie se le ocurriría por ejemplo
comprarse un uniforme y una escopeta para presentarse luego como
soldado del ejército alemán o mejicano. ¿Cuál sería la solución? Para
seguir con este ejemplo, sólo sería tal soldado si este ejército lo
llamara. Aplicándolo a la Iglesia, sólo sería un verdadero sacerdote si
pudiera acreditar que ha sido encomendado por la auténtica Iglesia.
Frente a ello se objeta que para resolver los problemas actuales no se
necesita de ninguna estrategia propia, sino que basta con apelar al
principio de estado de emergencia. Tal concepción no es sólo falsa,
sino que es también altamente peligrosa. Con una medida de emergencia
sólo se quiere impedir que se produzca o se haya de producir un estado
determinado: quiero que algo no haya de ser. Pero con esta intención no
digo (aún) lo que haya de ser. Por ejemplo, cuando construyo un dique
quiero impedir que un río desborde la orilla e inunde el campo. Pero
con esta medida no he indicado cómo quiero construir mi campo. Es
decir, necesito además una idea positiva propia de cómo quiero utilizar
el campo que quiero cultivar.
Regresemos a nuestro propio pasado eclesiástico inmediato: fue
necesario administrar consagraciones episcopales sin mandato papal para
salvar la sucesión apostólica amenazada, tal como hizo monseñor
Ngô-dinh-Thuc. Pero sería un gran error suponer que en el futuro se
puede renunciar a situaciones ordenadas, en último término al mandato
papal, porque la Iglesia está supuestamente en peligro. Pues la
apelación al estado de emergencia tiene que pagar por todas las
acciones sectarias, incluso por la inadmisible consagración de
sacerdotes casados. Si ustedes, queridos oyentes, echan un vistazo
alrededor, no se ha producido justamente aquello que debería haberse
alcanzado con la medida de emergencia de entonces: la salvación de la
sucesión y de la Iglesia. Nos encontramos en un sectarismo del cual
nosotros mismos somos culpables y que nosotros mismos hemos ocasionado.
Sólo les vuelvo a recordar lo que es motivo de esta ponencia: las
escandalosas consagraciones episcopales que McKenna fundamentaba con
aquella tesis, y cuya insostenibilidad les he querido demostrar. ¡Qué
abismos se han abierto aquí! Por tanto, para la reconstrucción de la
Iglesia, para su restitución como institución de salvación, necesitamos
conceptos propios:
- que tengan que estar teológicamente fundados, y
- que por un lado tengan que pasar factura a las realidades actuales
- y por otro lado sean apropiadas para reconfigurar estas realidades de
tal modo que, finalmente, la Iglesia vuelva a ser el custodio de la
revelación de Dios y la comunidad de los fieles vuelva a estar bajo un
Papa elegido legítimamente.
La consagración episcopal de P. Guérard des Lauriers
Una vez que las investigaciones de los ritos de consagración
postconciliares hubieran dado el resultado de que eran dogmáticamente
defectuosos, o cuanto menos en sumo grado dudosos, es decir, que
conforme a los nuevos ritos las consagraciones eran inválidas, entre
nosotros fue creciendo la preocupación por la custodia de la sucesión
apostólica, que depende de la serie ininterrumpida de consagraciones
válidas (consagraciones episcopales y sacerdotales). Pero cuando
monseñor Lefebvre rechazó enérgicamente nuestras preocupaciones al
respecto, que algunos miembros de nuestro círculo le habían comunicado,
indicando sarcásticamente que él conoce a un obispo casado en Lima...
que tal vez se interesaría por nuestro problema..., entablamos contacto
con Su Eminencia monseñor Ngô-dinh-Thuc. En ello pudimos apoyarnos en
su declaración sobre las ordenaciones sacerdotales y episcopales que él
había administrado en el Palmar de Troya, en España, que él
fundamentaba señalando la situación de necesidad y el hundimiento
generalizado de la Iglesia. El muy honorable Dr. Katzer, que como
teólogo y pastor gozaba de un gran prestigio en el ámbito europeo entre
los creyentes conservadores y sedisvacantistas, el Dr. Hiller y yo
tratamos con él tanto el problema de la sedisvacancia como también la
amenaza de la sucesión apostólica, para preguntarle finalmente si dadas
las circunstancias él estaría dispuesto a consagrar a un obispo.
Después de que el Dr. Katzer, que se había puesto a disposición como
candidato para el ministerio episcopal, desgraciadamente muriera de
modo repentino, tuvimos que buscar para este ministerio a otro
candidato digno con buena reputación entre los creyentes. El padre G.
des Lauriers, que era profesor en la Gregoriana de Roma y más tarde
durante un tiempo profesor en Econe, se había hecho un nombre como
coautor de la „Breve investigación crítica del Novus ordo missae“, que
habían publicado los dos cardenales Ottaviani y Bacci. El padre Guérard
des Lauriers reaccionó a nuestro escrito con una carta
extraordinariamente abierta y llena de preocupación, muy personal, en
la que también hablaba de la situación de la jerarquía. Conocía a los
obispos italianos de aquella época de sus estudios en la universidad
papal, porque habían sido sus antiguos estudiantes. Los debates sobre
la situación general y la necesidad de una eventual consagración
episcopal se celebraron en Etiolles, el lugar de residencia del padre
G. des Lauriers, cerca de París, con el Prof. Lauth y Dr. Hiller. Se
llegó a la unanimidad en la mayoría de los puntos de discusión. Entre
los participantes quedó únicamente como punto de controversia el
problema de cómo G. des Lauriers pretendía interpretar la sedisvacancia
con su tesis del „Papa materialiter, non formaliter“. Pues al margen de
la dignidad teológica de esta tesis, en cuanto al modo de llevar una
eventual lucha eclesiástica se desprenden consecuencias totalmente
distintas frente a la posición de la estricta sedisvacancia, que fue
sostenida públicamente tanto por nosotros como posteriormente también
por Su Eminencia monseñor Ngô-dinh-Thuc. Pero si se pretendía seguir un
camino común, había que eliminar estas diferencias, y en ello teníamos
el convencimiento de que el padre G. des Lauriers se hallaba con su
tesis en la famosa „senda perdida“.
El señor Hiller, el señor Lauth y yo considerábamos una conditio sine
qua non para una eventual consagración episcopal del padre G. des
Lauriers que sólo podríamos recomendarlo como candidato si veía su
tesis como falsa. Con este propósito, el Prof. Lauth volvió a viajar,
esta vez solo, a Etiolles, para eliminar en una intensa conversación
este último „obstáculo a la consagración“.
Cuando Lauth regresó a Múnich, nos aseguró a Hiller y a mi que el padre
Guérard des Lauriers había renunciado a su ridícula tesis, que se había
distanciado de ella y asumido la posición que defendíamos nosotros, a
saber, que reinaba la vacancia. Tras ello, nos dirigimos a monseñor
Ngô-dinh-Thuc, que nos había dado su confianza en el curso de los años
anteriores, en los que habíamos emprendido diversas empresas con él,
para establecer el contacto con el padre des Lauriers como candidato a
la consagración. Pero inmediatamente después de la consagración,
celebrada el 7 de mayo de 1981, se evidenció que el Prof. Lauth nos
había informado mal: el nuevo obispo proclamó que no le importaba estar
en situación cismática. A la pregunta de cómo es que se sentía
cismático, nos enteramos de que en modo alguno había cambiado su tesis
de „Papa materialiter, non formaliter“ con la posición sedisvacantista.
Adviértase que si nosotros hubiéramos intuido esto, el Sr. Hiller y yo
jamás habríamos recomendado al padre Guérard des Lauriers como
candidato a la consagración. Cuando además de esto nos enteramos de que
des Lauriers primeramente tampoco quería ser activo como obispo, a
través del Sr. Moser entablamos contacto con el padre Carmona y con la
señorita Gloria Riestra de Wolff, la editora de la antigua revista
TRENTO, para indagar la disposición, si dadas las circunstancias el
padre Carmona estaría dispuesto a asumir el ministerio episcopal para
preservar la sucesión, con el conocido resultado de que el 17 de
octubre de 1981 recibió la ordenación episcopal junto con el padre
Zamora.
En el tiempo posterior, la consagración del padre Guérard des Lauriers
hubo de evidenciarse en múltiples sentidos como „accidente“, como por
lo demás también otras consagraciones. No sólo porque el obispo Guérard
des Lauriers comenzó a atacar de modo penetrante a Su Eminencia
monseñor Ngô-dinh-Thuc, que en aquella época había huido a nosotros
desde Toulon escapando de la persecución, diciendo que después de todo
éste quería adherirse a su tesis del „Papa materialiter, non
formaliter“ –el arzobispo, que en aquella época vivía con nosotros,
lleno de rabia rompió estas cartas y tiró los trozos por la ventana–,
sino que también comenzó una lucha pública con los obispos ordenados
posteriormente, Carmona y Zamora, sobre la posición eclesiástica
„correcta“. En la revista Sus le banniere nos insultó a la señorita
Gloria Riestra, a De Wolff, al Dr. Hiller y a mí llamándonos
cismáticos. No reprocho a Guérard des Lauriers haber establecido su
tesis de „Papa materialiter, non formaliter“ –cualquiera puede
equivocarse–, pero considero una falta absoluta de escrúpulos que de
forma penetrante e insultante para los afectados atacara precisamente a
aquellos que le habían ayudado a asumir el ministerio episcopal. Del
todo incomprensible fue su comportamiento contra la DECLARATIO de Su
Eminencia el arzobispo Ngô-dinh-Thuc, que el desestimó con la
propaganda a favor de su propia tesis. Esta campaña contra quien lo
había consagrado llegó incluso hasta el punto –por cuanto recuerdo– de
que difundió o hizo difundir el rumor de que el autor de la DECLARATIO
no era monseñor Ngô-dinh-Thuc, sino los Sres. Hiller y Heller. Todavía
hoy tengo que amenazar en ocasiones con consecuencias jurídicas a
personas que siguen afirmando que monseñor Ngô-dinh-Thuc se dejó
„comprar“ para la redacción de la DECLARATIO.
Con su campaña sin escrúpulos, que él emprendió seguidamente, en favor
de su tesis –como yo la formulo sarcásticamente– del „medio Santo
Padre“ y contra su consagrador, contra sus cofrades que se no
adhirieron a él sino a la DECLARATIO sobre la sedisvacancia, paralizó
sensiblemente nuestra lucha eclesiástica. Y con la misma falta de
instinto siguen operando hoy sus antiguos discípulos.
Aparte de estas descortesías, monseñor Guérard des Lauriers perjudicó
gravemente nuestra lucha eclesiástica también en otro sentido,
ordenando obispos a candidatos sin consultarlo ni hablarlo con sus
cofrades episcopales, y sin haber examinado el estado y la capacitación
de los sacerdotes cuestionables, o sin atender a las reservas que había
frente a ellos. Con ello fue el causante de lo que yo he llamado el
„cisma interno“ (cfr. EINSICHT XXXI/2, p. 32 ss.). Así, consagró obispo
entre otros al Dr. Storck –que aunque era un teólogo y un filósofo
dotado, como sacerdote había hecho concesiones a Econe y a sacerdotes
vagantes–, incluso contra las objeciones presentadas por monseñor
Vezelis. Monseñor Guérard des Lauriers consagró incluso al padre
McKenna por sugerencia de una anciana señora de Suiza, motivo por el
cual, unas semanas antes de la fecha de la consagración, éste se pasó
al bando teológico de monseñor Guérard des Lauriers, cuya posición
sigue sosteniendo hoy día. Y naturalmente des Lauriers había realizado
la consagración contra las protestas de fieles y sin hablarlas con los
obispos americanos Musey y Vazalis, que ya ejercían sus ministerios.
Igualmente sin consultar a los otros obispos consagró también al
ex-econista Munari, que entre tanto ha pasado al estado de laico.
Tal vez a monseñor Guérard des Lauriers, que falleció el 27 de febrero
de 1988 –poco antes de alcanzar los noventa años–, se le pueda
considerar que de hecho buscara una solución clara para el problema de
la jurisdicción –al contrario que otros obispos– y que al menos al
final de su vida pusiera en cuestión la validez de su tesis, que tantos
disgustos había deparado, adhiriéndose más bien a la posición del
sedisvacantismo establecida en la DECLARATIO de Su Eminencia
Ngô-dinh-Thuc (SAKA-Informationen de mayo de 1988).
* * *
Notas:
(1) Los firmantes, don Franco Munari, don
Francesco Ricossa, don Curzio Nitoglia y don Giuseppe Murro,
obedeciendo a la doctrina de la Iglesia católica, según la cual es
obligatoria la necesidad de una retractación pública como consecuencia
de la publicación de doctrinas falsas sobre la fe y la moral, declaran
retractarse públicamente de que han enseñado, o al menos consintieron
implícitamente como concordante con la verdad, que en el tiempo de 1982
a 1985, es decir, durante su pertenencia a la Hermandad sacerdotal San
Pío X, creyeron en los siguientes errores:
1. Al Papa romano se le atribuye infalibilidad sólo en las decisiones „ex cathedra“ (es decir, cuando enseña dogmas).
2. El ministerio doctrinal habitual y universal de la Iglesia no es infalible.
3. El Concilio Vaticano II puede ser no infalible como concilio pastoral, pero no como concilio dogmático.
4. Está permitido, y habitualmente se ofrece, negar la
obediencia a la doctrina doctrinal, moral y litírgica de la autoridad
legítima (el Papa y los obispos), aunque se reconoce que a esa misma
autoridad se le atribuye toda la autoridad en virtud de la instauración
divina de la Iglesia.
5. Es posible que la autoridad legítima (el Papa romano)
de la Iglesia universal promulgue y ordene leyes (rito misal,
sacramentos, código del derecho eclesiástico) que contengan errores,
herejías, así como también elementos perjudiciales para la salvación de
las almas.
6. Es posible que un auténtico Papa verdadero, un
verdadero representante de Cristo, pueda ser al mismo tiempo cismático,
apostásico y estar en contradicción con la tradición, y que sus actos
haya que juzgarlos como nulos.
Las DECLARACIONES ERRONEAS que hemos citado arriba
lastiman mortalmente el dogma católico de la INSTAURACION DIVINA DE LA
IGLESIA, su MINISTERIO DOCTRINAL, la INFALIBILIDAD de la Iglesia y del
PAPA ROMANO. A todos aquellos a los que hayan ofendido de esta manera,
los sacerdotes firmantes piden con esta retractación pública perdón y
oraciones, y aseguran que con la ayuda de Dios jamás volverán a
sostener errores semejantes. (Citado según KE Nr. 3/1996, p. 80)
(2) P.L. 120. Paschasius Radbertus, Liber de Corpore et Sanguine Domini, col. 1317.
(3) Ad sacrosanta Concilia a Philippo Labbe et Gabriele Cossartio edita Apparatus alter, Venetiis 1728.
(4) Defensio Fidei, lib. V. De antichristo, Tom. XX, Cap. XXI, 7.
(5) Romani Pontificis in definiendo infallibilitas breviter demonstrata. Thyrsi Gonzales S.J. Parisli 1698.
(6) Controversio de Romano Pontifice, lib. II, cap. XXX.
(7) Cfr. la bula de Pablo IV „Cum ex apostolatus officio“, § 1:
„Considerando este asunto tan difícil y peligroso, el Romano Pontífice,
que es el representante de Dios y de Nuestro Señor Jesucristo en la
tierra, tiene un poder ilimitado sobre los pueblos y los reinos, y
decide jurídicamente sobre todos, sin quedar sometido él mismo en este
mundo a juicio jurídico. Sin embargo se le puede contradecir si se
encuentra que se ha desviado de la fe.“
(8) „Cum ex apostolatus officio“, § 2: „Todos los que hasta ahora
se han desviado de la fe católica, que han caído en herejía o en cisma
o que han provocado y se han hecho culpables de ellos, si son conocidos
como tales, si se han confesado como tales o si fueron llevados allí, o
si (lo que Dios, en su misericordia y bondad, quiera evitarles) en
adelante van a desviarse, a caer en herejía o en cisma, a provocarlos o
inculparse de ellos, o se vaya a encontrar que se han desviado, que han
caído en herejía o en cisma, que los han provocado o se han inculpado
de ellos, que lo confiesan o que son llevados allí, que éstos, así lo
queremos y lo determinamos Nosotros, que éstos, de cualquier estado,
grado, rango, oficio y dignidad excelente que sean, aun cuando tengan
dignidad episcopal o archiepiscopal, o posean dignidad de patriarcas,
de primados o una dignidad eclesiástica superior, aunque estén
provistos de la dignidad cardenalicia o posean siempre o con limitación
temporal, en cualquier lugar de la tierra, el ministerio de un legado
de la silla apostólica, que reciban sobre sí las sentencias jurídicas,
las censuras y las sanciones que se han mencionado.“
(9) P.L. 54, 743 ss.
(10) Para comparar esta posición con la de los econistas: ellos también
tienen el problema de la falta de autoridad papal, puesto que rechazan
igualmente muchas conclusiones del Vaticano II y las reformas que él
inició. Pero lo hacen por otro motivo. No discuten que un Papa que es
herético deja de ser Papa, pero discuten que Juan Pablo II haya
difundido decididamente herejías, sino que sólo es „liberal“ o
„modernista“, dañando de este modo a la Iglesia, por lo que se oponen a
sus decretos. Con esta posición „tradicionalista“, es decir,
teológicamente inacreditada, se mueven sobre una capa de hielo que
argumentativamente es muy fina, como evidencian todas las
negociaciaciones que han llevado con Roma.
(11) Nosotros, los auténticos seidsvacantistas, nos caracterizamos
porque junto con la constatación de que la silla está desocupada
pretendemos al mismo tiempo que debe volver a ser ocupada.
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